Nadie cuestiona ir al ejército No es negociable, por el contrario es un orgullo pertenecer al tzahal
(ejército de Israel) sin importar si son hombres o mujeres.
Por ser un país en permanente
estado de alerta y peligro de guerra, es un país militar Casi todos andan armados. No es raro ver a
jóvenes o adultos con una metralleta colgada, algunos con uniforme militar y otros vestidos de civil o con
un revólver al cinto o un fusil. Hay imágenes contrastantes como un niño pequeño
cogido (tomado) de la mano de su papá y él con el arma encima. Es la conjugación de la vida y
la muerte No he podido definir si esto da tranquilidad o miedo. En todo caso es una sensación
extraña. No es raro entrar a un restaurante y ver a muchos armadores, lo mismo en el centro comercial.
Mientras los niños palestinos, ( de Cisjordania y la franja de Gaza) que no deberían llamarse
así, porque si estudiamos la historia vemos que por su formación lingüística,
no
pueden pronunciar la p, así que el
nombre de Palestina no lo pusieron ellos, son educados para
ser asesinos, los israelíes son educados para tener una formación militar, defender a este
país con todas sus fuerzas. Son jóvenes valerosos que están dispuestos a dar la vida por la
patria. Es un ejército muy especial. Los jaialim (soldados) dan su vida por la seguridad de los ciudadanos.
Seguramente sienten miedo, pero es tan fuerte su convicción que la luchan con toda. El miedo se disfraza de
valentía. Se van al frente de batalla, dejando sus familias, sin saber si van a volver o no. La
mayoría dejan cartas por si no regresan, pidiendo que los recuerden con simjá (alegría). La
mayoría de familias israelíes le han rendido tributo a algún soldado de su familia que
cayó en la batalla. Es muy triste pero es la realidad que se vive en esta tierra. Gran parte de la
población muere muy joven.
Desde el colegio saben que van a defender los colores de su bandera. Es
una misión de vida. Primero el ejército, después ese viaje por el mundo donde se relajan y
alivian las tensiones para regresar a estudiar y más tarde formar familias. Los israelíes viven
intensamente la vida. El servicio militar es una parte importante de sus vidas y es el propósito y primer
objetivo a cumplir.
Las mamás guerreras son un ejemplo de cómo manejan esta situación.
Educan a sus hijos para la patria. Los jóvenes portan con orgullo el traje militar que les da una
sensación de respeto frente a los demás. Todos respetan a los jaialim. A esos valerosos soldados que
entregan su vida por todos. Debajo de ese uniforme verde militar, se esconden sentimientos y emociones. Son tan
humanos como cualquier civil, pero dan su vida por Israel. Por eso se equivocan y fue así como la plana
mayor del ejército, cometió el error de su vida, un error histórico que le costó a
Israel el horripilante ataque del 7 de octubre y está guerra desatada como consecuencia de la masacre.
Porque Israel no se queda callado, ni inmóvil, como quisiera una parte del mundo, frente a un acto como el
que cometió Hamás.
Primero es vencer en esta guerra y después se ajustarán las
cuentas de lo que pasó, tanto por parte del ejército, como del gobierno.
Y esos bellos y
jóvenes jaialim que empuñan las armas para defender al pueblo y acabar con esos malditos
túneles que albergan a esos seres sin corazón, también cometen errores. Han rescatado a gran
parte de los rehenes y toda la operación Espadas de Hierro, ha sido lo más cautelosa posible,
cuidando la vida de los rehenes. El ejército ha demostrado su poderío militar, sus ganas de defender
a los ciudadanos y el deseo de enmendar ese terrible error que cometieron. Pero el empoderamiento que reciben para
poder soportar este estado de guerra, los lleva a cometer errores como el haber disparado a 3 inocentes rehenes
que estaban a punto de respirar la libertad. Hay protocolos de ataque, pero no se sabe por qué no los
cumplieron y sucedió lo que se llama fuego amigo. Corren rumores de que algunos terroristas se
habían vestido de civiles y ahí pudo estar la confusión. Un episodio muy triste en
medio
de esta terrible guerra.
Marlene Manevich
“CRÓMICAS” DE SHABAT
Hoy estamos de
aliaversario
Esto es aniversario de aliá. Hace un año estábamos en el aeropuerto El
Dorado de Bogotá con 16 misbadot (maletas), esperando a abordar un (matós) avión que nos
llevaría a la tierra prometida. Teníamos sentimientos encontrados. La emoción de cumplir ese
sueño milenario de todo judío de regresar a Tzion. Empezar una nueva vida en un país que es
nuestro, que sentimos que le pertenecemos y que nos pertenece. Y por otro lado, estábamos dejando
atrás más de media vida de experiencias vividas, la familia, los javerim (amigos) cosas materiales,
en fin un cambio total . Un nuevo comienzo a una edad en que no es tan fácil el desarraigo. Es tener la
valentía de echar raíces en otro sitio, de comprometerse al reto de lilmod (aprender) un nuevo
idioma, cuando no es tan fácil retener las nuevas milim (palabras) a una edad madura como la que estamos
viviendo.
Los primeros meses nos sentimos como en vacaciones. Todo era jadash (nuevo), estábamos como
en un laboratorio de aprendizaje. Nos convertimos en esponjas para absorber todo lo que estaba llegando a nuestras
vidas. Completamos todos los requisitos de un olé jadash (inmigrante nuevo). Tuvimos experiencias duras y
otras jocosas. Más bien las volvimos jocosas para hacer más fácil la integración a
esta nueva sociedad, que recibe con los brazos abiertos a todo aquel que se arriesga a empezar una nueva vida a la
edad que sea. Después de las vacaciones y de haber hecho mil vueltas para regularizar nuestra
situación como olim jadashim y de ciudadanos israelíes, empezó el Ulpan. Fue como volver al
colegio. Madrugar a clases, hacer shiuré bait (tareas), enfrentarse a la relación morá talmid
(profesora- alumno). Tiempos no tan fáciles, pero con una buena actitud y una gran dosis de esperanza se
logra. Lo que no se logra tanto, es el aprendizaje de esta lengua en la que hablaban nuestros antepasados con
D’s . Un poco complicada y a nuestra edad, mebugarim ( tercera edad) se complica retener las palabras. Pero
eso no nos impide seguir en el intento. Al menos ya sé pedir anajá (descuento) y ajaraiut
(garantía) dos palabras claves en el incipiente vocabulario de un olé.
Todavía
extrañamos lo que tuvimos que dejar, pero ese ha sido el
impulso para seguir adelante, para seguir
cambiando e incursionando en esta nueva experiencia que es la aliá.
Llegamos a Modi’in por
recomendación de mi hija que vive aquí hace casi 10 años. Fue lo mejor que pudimos hacer.
Encontramos una ciudad amable, arborizada, sin mucho tráfico, donde todo es cerca. Los “chicos y
chicas” de la Olei, la asociación que agrupa a los olim jadashim (inmigrantes nuevos) aunque no sean
jadashim, pero como ellos dicen siempre serán olim, nos han dado una calurosa y afectiva bienvenida. Son
como una familia latinoamericana, en medio de tanto israelí buena gente que hemos encontrado. Además
son cultos, simpáticos y muy divertidos. Los israelíes son llamados sabras, porque son dulces por
dentro y ásperos por fuera, pero nuestra experiencia con ellos ha sido maravillosa. La gente del
ulpán y de la Klitá ha sido especial y nos han hecho la vida más fácil.
Modiin
además de ser una ciudad apacible tiene la ventaja de que durante la guerra no han sonado mucho las azacot
(alarmas) y el hecho de no tener que correr muy seguido al cuarto de seguridad da una especie de tranquilidad.
Cambiar el aire acondicionado permanente de nuestra Bogotá por un clima con estaciones no ha sido
fácil. En Colombia todo el año comemos variedad de frutas. Aquí hay que acostumbrarse a que
en la época de las uvas se comen uvas y si llega el invierno, pues no se vuelven a comer uvas. Lo mismo
sucede con la sandía que se come en verano y en invierno ni por equivocación se vuelve a ver una
abatiaj (sandía) . Cuando recién llegamos, nos recibió la cosecha de afarsemón,
deliciosa fruta entre mango y zapote, pero llegó el kaits (verano) y tocó esperar hasta este nuevo
invierno para volver a degustar esta exquisita fruta.
El balance ha sido bueno. Más que menos. Nos
vinimos relativamente ligeros de equipaje, pues trajimos 16 maletas, pero ahí no cupieron todos los
recuerdos. Tocó dejar cosas y reemplazar. Llegamos a estrenar de todo como recién casados. Hemos
tenido trabajo todo el tiempo, hemos paseado y conocido. A Reuven le salió la licencia médica
provisional y está por salirle el permiso de trabajo para poder ejercer como neumólogo pediatra que
es su especialidad. Yo puedo decir que estoy a punto de graduarme suma kum laude, esto es con honores para los que
no entienden latín, en el curso avanzado de metaplot (cuidadoras) especializada tanto en área de
ieladim (niños) como con mebugarim (adultos) con phd en algunas áreas de aseo y además estoy
a punto de recibir el maximo galardón de las artes escénicas, por parte del profesor Boris Rubaja,
famoso actor de televisión argentino y director de teatro, por mi actuación en el grupo, junto con
mis compañeros de teatro de la Olei.
El señor donde trabajo se emocionó con mi doble
celebración, pues el aliaversario coincidió con nuestro aniversario número 49 de casados y me
ofreció un arak para celebrar. Le dije que brindáramos, pero me dijo que por su salud no
podía, así que me lo tuve que tomar yo sola.
Ha pasado un año de nuestra vida en que
nos sentimos agradecidos y satisfechos de este gran cambio que hemos tenido en nuestras vidas, extrañando
por supuesto ese pasado que llevamos en el corazón y esperando un futuro cada vez más prometedor en
esta tierra de leche y miel, que aunque por ahora huele a guerra, vamos a cambiar el aroma.
Marlene Manevich
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