Quiero agradecerles a todos mis lectores, su gran preocupación y solidaridad por saber de la
aparición de mi maleta (misbadá) Claro que en el fondo veo que lo que más les interesaba era
que aparecieran los chocolates. A nadie se le ocurrió preguntarme si me llegó completa la ropa, si
no se me perdió alguna de mis pertenencias, pero si estaban preocupados por el destino de los chocolates
CBD. Muchas gracias a todos (todá rabá leculam).
Como dijo alguna vez Atahualpa Yupanqui en un
concierto: “el que diga que las despedidas no son tristes, pues que venga y se despida”. Es cierto,
las despedidas dejan un sabor agridulce, una nostalgia indescriptible y una dosis de tristeza. Un amigo mío
(a javer shelí) decía que no se puede hacer todo en un solo viaje y que hay que dejar siempre algo
para la próxima vez. Así, quedamos con ganas de volver al sitio de partida.
Esta vez la
despedida fue dura e inundada de nostalgia, pues aunque dejo familia y amigos, aunque dejo una historia que me ha
acompañado y un origen que me acompañará por siempre, me marcó más. Porque ya
no están mis padres; (ha orim sheli). Era como una misión que cumplía con mucho amor, pero
al
no estar ellos de cuerpo presente, se pierde el foco y el motivo principal por el cual volver.
Pero
hay que volver a las raíces, a recorrer las huellas, a abrazar a la familia (mishpajá) y a los
amigos (javerim), a recordar porque recordar es vivir.
Pero después de las despedidas, de las
lágrimas derramadas, siguen las bienvenidas. Están llenas de esperanza, de alegría, de buenos
momentos por vivir. Y así es como me han recibido en mi nueva casa, en Israel, en Modiin.
Me
sorprendieron mis nuevas amigas de la Olei que me recibieron con kapaim (aplausos), cuando entré al
salón donde estaban reunidas para el Café ivrit, una clase de conversación en hebreo. Me
sentí como alguien muy importante, casi nominada a un Oscar o a un importante ministerio.
En mi
trabajo igual. Normalmente a la gente la aplauden cuando se va del lugar de trabajo, no cuando llega, pues
descansan de las personas. Mis viejitos me recibieron muy felices de que hubiera regresado a estar con ellos y me
manifestaron que me extrañaron mucho durante mi ausencia. Es lindo saber que uno deja huella y que
extrañaron mi presencia. Podría decir que soy casi imprescindible, porque todos somos susceptibles
de ser reemplazados, pero mis viejitos no querían reemplazo y me esperaron. Quiere decir que me van a tener
que aguantar todavía por mucho rato.
Donde la niña que empecé a cuidar antes de viajar,
apenas voy a ir. Con los niños es más difícil romper el hielo. La primera vez que fui, no
estaba tan feliz de sentir que una desconocida reemplazara a su mamá por unas horas. Después de un
mes tengo que volver como si fuera la primera vez. Es decir como si no me conociera. Menos mal para trabajar con
niños hay trucos para ganárselos, como por ejemplo llevarle un regalito. Y es lo que voy a hacer
para conquistarla de nuevo. Uno nunca sabe, de pronto un día le da por aplaudirme como mis amigas de la
Olei.
Marlene Manevich
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