Esta semana, en un acto desgarrador, las familias de los secuestrados israelíes han llegado al límite de su dolor y desesperación. Desde Tel Aviv hasta la frontera con Gaza, un convoy llevó un mensaje profundo y determinado: “¡La próxima vez no pararemos!” En un escenario improvisado, con altavoces gigantes, los gritos de padres, madres, hermanos y hermanas intentaron atravesar barreras, clamando por aquellos que sufren en cautiverio.

En un acto simbólico y desesperado, algunos rompieron la valla fronteriza, avanzando hacia la Franja de Gaza bajo el grito unánime: “¡Todos - Ahora!” y “¡No los dejaremos en Gaza!”. Este gesto fue una clara declaración al mundo: la determinación de no abandonar a sus seres queridos.

El Dolor de los Secuestrados: Una Realidad Insoportable

Desde el fatídico ataque del 7 de octubre, la situación de los secuestrados ha sido una fuente continua de angustia. De los más de 250 secuestrados inicialmente, aproximadamente 117 han sido liberados o rescatados, y tristemente, se ha confirmado la muerte de al menos 31. Actualmente, 107 personas siguen cautivas, la mayoría de ellas civiles cuyo único deseo era asistir a un festival de música o simplemente vivir su vida cotidiana en los kibutzim y moshavim cerca de la Franja de Gaza.

Aunque podría decirse que hay un consenso general en Israel sobre la necesidad de traer de vuelta a todos los secuestrados, la forma de lograrlo sigue siendo un tema de intensa discusión y división.

El Riesgo de los Intercambios de Prisioneros terroristas

El debate sobre los intercambios de prisioneros y las liberaciones de terroristas está cargado de riesgos significativos. Históricamente, la liberación de terroristas condenados ha resultado en la reanudación de actividades violentas y ataques contra Israel. Un ejemplo concreto de esto es el caso de terroristas previamente liberados que han sido responsables de numerosos ataques letales post-liberación. En casos documentados que puedes leer aquí, individuos liberados han organizado y ejecutado ataques que han resultado en la muerte de civiles y han exacerbado el ciclo de violencia.

La problemática principal reside en que la liberación de terroristas condenados a menudo lleva a la reanudación de actividades terroristas, lo que plantea un dilema significativo para Israel. Cada negociación que contempla la liberación de prisioneros implica un cálculo complejo entre el deseo de recuperar a los secuestrados y el riesgo de permitir que actores peligrosos vuelvan a amenazar la seguridad.

Profundas Pérdidas

El dilema de la seguridad nacional y el retorno de los cautivos en Israel se complica aún más cuando consideramos las profundas pérdidas que la nación ha sufrido desde el comienzo de la guerra el 7 de octubre. Según informes recientes, aproximadamente más de 700 soldados del IDF han sido asesinados y más de 4,303 han resultado heridos, lo que resalta la gravedad del conflicto y el alto precio en vidas humanas.

Esta cifra no solo refleja la amenaza directa a la seguridad, sino también el dolor de una nación que cada día espera el retorno seguro de sus jóvenes soldados del frente. Cada soldado es visto no solo como un defensor del estado, son nuestros hijos, nuestros padres y hermanos, arriesgando sus vidas sin saber si las decisiones gubernamentales son las correctas, buscando garantizar un consenso que asegure el retorno de los secuestrados y el cese de más muerte.

Haredim

Adicionalmente, el dolor y la desesperación que enfrentan las familias de los secuestrados se ven agravados por las tensiones internas en Israel, donde el tema del alistamiento militar refleja profundas divisiones sociales. Este dilema no solo se limita a cómo negociar la liberación de los cautivos, sino que también se extiende a la política del alistamiento, especialmente en relación con los haredim, que tradicionalmente han sido exentos del servicio militar obligatorio debido a su dedicación al estudio religioso en yeshivot.

La exención del servicio militar para los haredim es uno de los temas más controvertidos y divisivos en la sociedad israelí. Aunque en sus inicios esta política afectaba a una pequeña fracción de la población, ha crecido considerablemente, abarcando ahora a decenas de miles de personas, lo que ha generado una creciente tensión social y política. Muchos israelíes consideran que esta exención es injusta, ya que coloca una carga desproporcionada sobre el resto de la población, que debe servir en el ejército y enfrentar los peligros asociados. Al mismo tiempo, los líderes haredim argumentan que el estudio de la Torah es esencial para la supervivencia espiritual de Israel y que forzar a los jóvenes haredim a unirse al ejército podría erosionar los valores de su comunidad.

Actualmente, la ley que otorga exenciones al servicio militar obligatorio para los haredim ha sido cuestionada por la Corte Suprema de Israel, lo que ha provocado una serie de protestas intensas por parte de esta comunidad. El gobierno está revisando la legislación en respuesta a las demandas de la Corte, lo que ha incrementado las tensiones dentro del país. Estas manifestaciones han incluido la irrupción en bases militares, como la de Tel Hashomer, donde los manifestantes haredim han confrontado a soldados en un esfuerzo por mostrar su descontento. En algunos casos, se han reportado altercados físicos, lo que ha exacerbado aún más las tensiones. Los haredim consideran que esta ley amenaza sus valores religiosos fundamentales, mientras que otros sectores de la sociedad la ven como un paso necesario hacia la igualdad en el servicio nacional.

La Esperanza de Ruty: Una Voz Entre Muchas

En este contexto, es entendible lo complicado del dilema que enfrenta Israel. Hace aproximadamente seis meses, en la edición 684 del Notiolei, nuestro director de la OLEI, Manu Aszyn, presentó una entrevista conmovedora con Ruty que puedes leer aquí. En esa ocasión, Ruty compartió su desgarradora historia, la de una madre que, en medio de la incertidumbre, la angustia y la desesperación, lucha incansablemente por el retorno de sus hijos, quienes fueron secuestrados. La fortaleza que mostró al hablar de su hijo, y su inquebrantable esperanza, reflejan la misma determinación que vemos hoy en las calles de Israel. Las palabras de Ruty, llenas de amor maternal y un profundo dolor, resuenan con la voz de cada una de las familias que siguen esperando, recordándonos que cada vida es un universo y que el compromiso de traer a los secuestrados de vuelta a casa no es solo una prioridad nacional, sino un imperativo moral que trasciende cualquier dilema político o estratégico.

¿Cuál es la Solución?

Y entonces, ¿cuál es la solución? En la actualidad, las opiniones están profundamente divididas sobre cómo actuar, pero antes de inclinarnos por una postura u otra, debemos recordar que cualquiera de nosotros podría estar en el lugar de los afectados. Podría ser tu hijo, tu hermano, o tu padre el que esté secuestrado, y la desesperación por su vida sería insoportable. Del mismo modo, podría ser un soldado de tu familia, un joven de apenas 18 años que recién empieza a descubrir el mundo, quien esté en el frente, arriesgando su vida en el ejército, y el miedo de que no regrese a casa te partiría el alma.

No pretendo tener la solución en mis manos, pero sé que este es un tema que nos preocupa a todos profundamente. La expresión "En Israel, cada vida es un universo" resuena hoy con un significado aún más profundo y urgente. Este principio refleja el inmenso valor que la sociedad israelí otorga a cada vida humana—sea un civil, un soldado o un secuestrado—y pone de relieve la complejidad de las decisiones que enfrenta nuestra nación. La seguridad nacional y el retorno seguro de los cautivos no son solo cuestiones de política exterior o defensa; son manifestaciones de un compromiso más amplio por preservar la vida y los valores fundamentales de nuestra nación. La defensa de estos principios es una lucha constante que Israel lleva adelante, asegurando que cada decisión refleje este sagrado compromiso con cada ciudadano, en todas las circunstancias. En estos momentos tan difíciles, debemos recordar que la vida de cada persona es invaluable, y nuestra unidad y solidaridad son las que nos permitirán seguir adelante.

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