El 7 de octubre no fue solo un día de horror; fue un golpe directo al corazón de nuestra humanidad. Esa mañana, el amanecer habitual se rompió con el eco de sirenas desgarrando el aire, gritos de angustia perforando corazones, y el espeso olor de un miedo que ya no es desconocido. Desde entonces, cada imagen de los secuestrados, cada historia de los que perdimos, ha dejado una cicatriz imborrable. Estamos en guerra. No solo contra un grupo terrorista, sino también contra una ideología que busca destruirnos, y también —quizá lo más doloroso—, contra las divisiones internas que amenazan nuestra unidad.

Una sociedad es como una familia. Y hoy, nuestra familia está rota. Cada ciudadano, cada soldado, cada rehén es una pieza irremplazable de nuestro corazón colectivo. Piensa por un momento: ¿Cómo es posible seguir adelante cuando una parte de nosotros está ausente? En las conversaciones y los rezos, la misma pregunta nos atormenta: ¿Qué haría yo si fuera mi hijo el que estuviera allá? ¿Mi hija? Cada rostro que vemos en las pantallas podría ser parte de nuestra propia familia. ¿Cómo seguimos adelante cuando el alma de un país parece desgarrarse en cada esquina?

En la tradición judía, se dice que “el que salva una vida, salva al mundo entero”. Pero salvar una vida no siempre es una decisión sencilla. A veces, salvar a uno significa exponer a otros. Este dilema nos desgarra el alma. Liberar terroristas a cambio de nuestros rehenes es una espada de doble filo: el precio de traerlos de vuelta hoy podría pagarse con sangre mañana. Entonces, nos enfrentamos a la pregunta imposible: ¿Qué vale más, la seguridad del Estado o cada una de nuestras vidas? Quizá no haya una respuesta correcta. Quizá nunca la haya. Y sin embargo, seguimos debatiéndolo, porque en el fondo todos sabemos que cada vida importa, incluso cuando el precio de rescatarla parece insoportable.

Mientras debatimos estas preguntas, Israel sigue siendo un lugar de tensiones y milagros. Nos une el dolor, pero también nos divide. Cada familia vive la pérdida de manera distinta; cada soldado carga con su propio miedo y esperanza. En las trincheras, en las casas vacías, en las salas de comando, una pregunta late en cada corazón: ¿Cuánto más podemos resistir antes de quebrarnos? Y luego están los que llegan: los Olim Jadashim. Quienes hemos hecho Aliá entendemos este país desde una perspectiva diferente, una mezcla de pasión y perplejidad. Nos preguntamos: ¿Es este el Israel que soñamos? ¿Un Israel fracturado, desbordado por decisiones que parecen imposibles?

Piensa en nuestros soldados. Mientras nosotros debatimos desde la comodidad de nuestras casas, ellos están en la línea del frente, enfrentando la incertidumbre con valentía. Cada decisión que tomamos desde aquí repercute allá, donde la vida y la muerte se encuentran a cada momento. Cuando todo esto termine, ¿podremos mirarles a los ojos y decirles que hicimos lo mejor que pudimos? Que no siempre fue suficiente, pero que nunca dejamos de intentar.

Un país no se construye ni se destruye de la noche a la mañana. Cada acción, cada palabra, cada elección cuenta. En estos días oscuros, nuestras diferencias parecen más profundas que nunca. Pero también sabemos que, en nuestra fragilidad, radica nuestra fortaleza. Israel ha superado crisis antes. Ha resistido guerras, aislamiento y dolor. Y lo hará nuevamente, porque Israel no es solo un país; es una promesa. Una promesa de unidad, de esperanza y de futuro.

Hoy somos vulnerables, pero no estamos derrotados. Cada lágrima y cada sacrificio nos recuerda que Israel no es solo un lugar; es una idea, un sueño que vive en cada uno de nosotros. Mientras sigamos creyendo, mientras sigamos luchando, seguiremos siendo Israel. La historia de Israel siempre ha sido un delicado equilibrio entre la lucha y la esperanza, entre la fuerza y la fe. Hoy, ese equilibrio es más frágil que nunca. Pero tal vez, en esta fragilidad, encontremos nuestra mayor fortaleza. Porque todos, a pesar de nuestras diferencias, queremos lo mismo: un Israel seguro, un Israel unido, un Israel que vuelva a casa.

La pregunta no es solo cómo logramos esto, sino cómo lo logramos sin traicionar quienes somos. Y tal vez, solo tal vez, en nuestra búsqueda de respuestas encontremos algo aún más valioso: el recordatorio de que incluso en los momentos más oscuros, seguimos siendo una luz para los que creen en la posibilidad de un mañana mejor. Am Israel Jai.

Agradecemos su interés en este artículo. Si tiene preguntas, comentarios o desea compartir su perspectiva, le invitamos a hacerlo a través de la sección de comentarios. Su participación nos ayuda a conocer mejor las necesidades de nuestra comunidad y a mejorar continuamente nuestro trabajo.

Para acceder a más artículos y conocer en detalle todas nuestras iniciativas, lo invitamos a visitar nuestra página de publicaciones. Su apoyo y retroalimentación son fundamentales para seguir construyendo juntos una comunidad más fuerte y conectada.

Ver más artículos e información